Hoy celebramos el segundo domingo de Cuaresma.
En la lectura del Evangelio de hoy (Marcos 9: 2-10), escuchamos la historia de la Transfiguración de Jesús.
En la historia, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a una montaña. De repente, Jesús se “transfiguró” ante los discípulos, es decir, su ropa se volvió blanca y deslumbrante. Entonces, dos figuras muertas hace mucho tiempo del Antiguo Testamento aparecieron con Jesús: Moisés y Elías. Moisés representa la Ley del Antiguo Testamento, y Elías representa a los Profetas del Antiguo Testamento.
Los discípulos, al ver a Moisés, Elías y Jesús, deciden honrarlos por igual. Sin embargo, de repente, una nube apareció en toda la escena y una voz de la nube dijo: “Este es mi Hijo amado. Escúchalo a él.” Cuando los discípulos levantaron la vista, vieron que Moisés y Elías habían desaparecido, dejando solo a Jesús.
El simbolismo de la historia es claro: la ley y los profetas del Antiguo Testamento han desaparecido, y ahora se cumplen en Jesús. Por lo tanto, solo necesitamos a Jesús.
Desafortunadamente, muchas personas a través de los tiempos se han confundido al igual que los discípulos. En lugar de seguir solo a Jesús y sus mandamientos, se confunden y comienzan a seguir a otros, como políticos, líderes religiosos o incluso partidos políticos.
Cuando tengas la tentación de seguir a alguien que no sea Jesús, reflexiona sobre esto: ¿es su mensaje idéntico a Jesús? ¿O es el mensaje algo completamente diferente?