La heroína de la misión de hoy es una mujer extraordinaria que vivió en los siglos XIX y XX. Su nombre era Genoveva Torres Morales.
Genoveva nació el 3 de enero de 1870 en Almenara, Castellón, España, el último de 6 hijos de una familia pobre. Antes de los 8 años, perdió a sus padres y a cuatro de sus seis hermanos. Su hermano José, de 18 años, era entonces responsable de su cuidado. José era un joven muy tranquilo y no hablaba mucho, por lo que Genoveva creció en un hogar con silencio la mayor parte del tiempo. A medida que crecía, se le aplicó el apodo de “Ángel de la Soledad”.
Desde los 10 años, Genoveva llegó a la conclusión de que para ser verdaderamente feliz tenía que dedicar su vida al Señor.
En 1882, desarrolló un tumor en la rodilla, lo que provocó que le amputaran la pierna. Dos años después, enfermó y en 1885 ingresó en un hospicio administrado por los Carmelitas. Un “hospicio” en esos días no era necesariamente para los enfermos terminales; era más como un centro de convalecencia. Allí permaneció casi una década, creciendo en espiritualidad.
Durante su convalecencia, llegó a la conclusión de que serviría a Dios ayudando a las mujeres. Entonces, en 1911, estableció una casa para mujeres necesitadas en Valencia. Posteriormente, estableció casas en Barcelona y Santander. Luego estableció una Casa General y un noviciado, y pronto tuvo los inicios de una nueva congregación religiosa que llamó las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles. Todo el trabajo misionero de Madre Genoveva se hizo “en casa” en España.
A principios de la década de 1950, su condición física comenzó a deteriorarse y perdió la audición. El Papa Pío XII aprobó su congregación en 1953, y un año después, la Madre Genoveva renunció como Madre General de su orden.
Madre Genoveva murió el 5 de enero de 1956 a la edad de 86 años.
El Papa San Juan Pablo II la canonizó el 4 de mayo de 2003. La fiesta de Santa Genoveva es el 5 de enero.