En este Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario, recitamos las famosas palabras del Libro de Eclesiastés (1:2), “¡Pura para! ¡Todo es paja!” Lo que nos está diciendo el autor es que las cosas de este mundo son pasajeras. Por lo tanto, las personas sabias ponen mayor énfasis en el cielo.
En la lectura del Evangelio de hoy (Lucas 12, 13-21), escuchamos la parábola del “rico insensato”. Estaba tan contento de que su cosecha fuera tan abundante, que mandó derribar sus graneros para poder construir otros más grandes. Entonces, podría sentarse y “comer, beber y divertirse”. Pero, ¡ay!, esa misma noche, su vida terminaría. La moraleja de la historia es acumular tesoros en el cielo, no en la tierra.
¿Significa eso que las cosas de este mundo son malas? No. Después de todo, Dios creó este mundo. ¿Significa que no debemos usar las cosas de este mundo? Por supuesto que no, necesitamos usar cosas de este mundo. La Escritura de hoy significa que debemos atesorar las cosas del mundo, usarlas sabiamente, pero no enamorarnos de ellas, porque son transitorias. En Estados Unidos, la gente tiene un dicho que refleja esto: “¡No te lo puedes llevar!”.
Los sabios, por lo tanto, agradecen las cosas de este mundo, las usan correctamente, pero nunca olvidan que simplemente están pasando por esta vida hacia el cielo.