En este Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario, escuchamos a Jesús decir a sus discípulos:
“Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno. Y si es a medianoche o de madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes!” (Lucas 12, 35-40).
Entonces, ¿cómo permanecer listo para el Señor? Hay muchas maneras de hacer esto. Primero, debemos conversar con el Señor todos los días; eso se llama oración. La oración puede ser muy simple. Por ejemplo, algunas de mis oraciones favoritas son: “¡Ayuda!” y “¡gracias!” Segundo, podemos vivir nuestra vocación lo mejor que podamos. Y tercero, podemos seguir los mandamientos de Cristo tales como: amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos; perdona a nuestros enemigos; dar a los que piden; cuidar a los enfermos; visitar a los encarcelados; consolar a los afligidos; y similares. Esas son algunas formas muy concretas de “estar preparado”.