El primer lunes de septiembre, Estados Unidos celebra el Día del Trabajo. Este día fue diseñado para honrar a los hombres y mujeres que trabajan, especialmente a aquellos que no están en puestos administrativos.
En el cristianismo católico, celebramos el trabajo como algo noble, algo bueno, algo que atesoramos, y la Iglesia Católica tiene una larga y rica historia de honrar la naturaleza del trabajo. El Papa León XIII, por ejemplo, escribió una famosa encíclica llamada “Rerum Novarum” o “Sobre la condición de la persona trabajadora”. Este documento surgió de la Revolución Industrial del siglo XIX. El Papa estaba preocupado por la creciente alienación de los trabajadores y la división cada vez más amarga que vio entre los trabajadores y sus jefes.
Esta encíclica defendía el derecho de los trabajadores a formar sindicatos para la negociación colectiva. Insistió en que todo trabajador merece un salario justo y condiciones de trabajo dignas. Dijo que la Iglesia debe preocuparse no solo por los aspectos espirituales del ser humano, sino también por los aspectos financieros y sociales del bienestar de una persona.
Una segunda gran encíclica sobre el trabajador se vio en la obra del Papa Juan Pablo II titulada “Laborem Exercens” o “Sobre el trabajo humano”. Esta encíclica ve el trabajo humano como un acto de co-creación con Dios y como una expresión de autorrealización. El tema central es que el ser humano siempre debe ser tratado con respeto y dignidad.
¿Cómo ves tu trabajo? ¿Lo ves como un regalo para ser atesorado?
En la foto de arriba, vemos a Luci Alvarenga en su tienda al aire libre que está instalada en la plaza del antiguo Santuario de Suyapa en las afueras de Tegucigalpa. La plaza, ubicada entre el antiguo santuario y la nueva basílica, también cuenta con vendedores de comida y carnavales de vez en cuando.