El héroe misionero de hoy murió cuando tenía 12 años. Estoy seguro de que la primera pregunta que probablemente tengas es: “¿Cómo llegó en este blog del día del héroe misionero si solo tenía doce años?” La respuesta corta es que él era un faro de luz para todos a su alrededor, mostrándoles lo que significa enfrentar el dolor con gracia y confianza en Dios. Y, aunque nunca fue a una tierra misionera, fue como Santa Teresa de Lisieux, la Pequeña Flor, en ser un guerrero de oración para los misioneros en el frente.
Silvio Antonio Giovanni Dissegna nació el 1 de julio de 1967 en Turín, Italia, el primero de dos hijos. Su hermano Carlo nació un año después.
Cuando era niño, Silvio se destacó por ser un muy buen estudiante que quería ser maestro cuando fuera grande. Conocido por siempre sonreír, a Silvio le gustaba andar en bicicleta y ver dibujos animados en la televisión.
Cuando tenía 8 años, Silvio hizo su Primera Comunión junto con su hermano Carlo. Después de esto, Silvio comenzó a asistir a misa con más frecuencia.
Para la Navidad de 1977, la madre de Silvio le regaló una máquina de escribir, y él le agradeció dedicándole su primera página: “¡Gracias, mamá, por traerme al mundo y por darme la vida que es tan hermosa! ¡Tengo un gran deseo de vivir!
Sin embargo, a principios de 1978, Silvio comenzó a experimentar un dolor constante y severo en las piernas, y en mayo de ese año, los médicos diagnosticaron que el dolor era causado por el cáncer de huesos. Sus padres estaban fuera de sí por el dolor, pero Silvio no. Le dijo a su padre: “¡Papá, ten coraje! Jesús no nos abandonará”. Y a su madre le dijo: “Si muero, no es importante. Sufriré hasta el final. Madre, estaremos felices y contentos solo en el Paraíso”.
Cuando ya no podía ir a la escuela y estaba confinado en su casa, Silvio les pidió a sus amigos que le dijeran al párroco que le trajera la Comunión a su casa todos los días.
Cada día, Silvio ofreció su sufrimiento por alguna intención especial. Por ejemplo, un día diría: “Hoy ofrezco mi sufrimiento por el Papa y la Iglesia”, y otro día diría: “Hoy ofrezco mis dolores por la conversión de los pecadores”, y otro día ofrecería sus dolores por “misiones y misioneros”.
En junio de 1979, Silvio perdió la vista y en septiembre perdió la audición. El 24 de septiembre de 1979, el párroco ungió a Silvio y le dio Viaticum (Sagrada Comunión para los moribundos). Murió más tarde ese día a la edad de 12 años.
Aproximadamente 1,000 personas asistieron al funeral de Silvio en la iglesia parroquial el 26 de septiembre, y 30 sacerdotes concelebraron la misa fúnebre.
El Papa Francisco lo proclamó Venerable el 7 de noviembre de 2014.