Al comienzo de la Misa de la Cena del Señor que celebramos al atardecer, la Cuaresma termina oficialmente para los cristianos católicos, y entramos en el más pequeño de los tiempos litúrgicos del año: el Triduo.
En esta Misa especial, la única Misa del año en la que conmemoramos a Jesús lavando los pies a sus discípulos, leemos sobre la institución de la Sagrada Comunión. Leemos:
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía». Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva (1 Corintios 11: 23-26).
Durante más de 2000 años, los cristianos católicos han atesorado este hermoso regalo que Jesús nos dio, él mismo. Y continuamos celebrando la Eucaristía (Misa) como la “fuente y cumbre” de nuestra fe cristiana. Cuán increíblemente bendecidos somos de ser llamados.
En la foto de hoy, vemos al P. Bob celebrando la Eucaristía en El Arado, comunidad de Curarén, F.M., Honduras, una de las 90 iglesias de nuestra parroquia de San Francisco de Asís, Reitoca.