En esta fiesta de la Asunción de María, leemos las hermosas palabras que María le dijo a su prima Isabel. Estas palabras se conocen como “El Magnificat”. Leemos:
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de Corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre” (Lucas 1: 46-55).
Los estudiosos de la Biblia creen que gran parte de El Magnificat proviene de fragmentos del Antiguo Testamento. Muestra cómo todas las bendiciones que María tuvo vinieron de Dios, así como todo lo que tenemos hoy es de Dios. Por lo tanto, como María, no debemos atribuirnos el mérito de los dones que tenemos.
La oración también alude a gran parte de la enseñanza social católica, como la opción preferencial por los pobres, que sostiene que debemos preocuparnos más por las necesidades de los pobres que por los deseos de los ricos.
Finalmente, la oración nos recuerda el amor y la misericordia de Dios que no tienen límites.
La imagen de la foto de hoy es de María en la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes en La Libertad, F.M., Honduras.