En este Segundo Domingo de Cuaresma, leemos la historia de la Transfiguración de Jesús del Evangelio de San Mateo (17: 1-9).
En la historia, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a una montaña. De repente, la ropa de Jesús se volvió de un blanco deslumbrante, y Moisés y Elías, fallecidos hace mucho tiempo, aparecieron y comenzaron a hablar con Jesús. Los apóstoles estaban asombrados y querían honrar a Jesús, Moisés y Elías por igual. De repente, sin embargo, una sombra los cubrió y una voz desde la nube dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; Escúchalo a él.”
Cuando la voz terminó de hablar, Moisés y Elías habían desaparecido, dejando solo a Jesús con sus discípulos.
En la historia, Moisés representa la Ley del Antiguo Testamento y Elías representa a los Profetas. La desaparición de Moisés y Elías es un símbolo de que la ley y la profecía del Antiguo Testamento han pasado, y ahora solo necesitamos seguir a Jesús, porque él es el cumplimiento de la ley y los profetas.