En este tercer domingo de Cuaresma, leemos cómo Dios le dio a Moisés algunas reglas para que viviera el pueblo hebreo (Éxodo 20: 1-17). Estas reglas han llegado a ser conocidas como “El Decálogo”.
Sin embargo, como sabemos, a lo largo de los siglos, los eruditos de la Biblia, los líderes religiosos, los teólogos y la gente común han tratado de interpretar estas diez pautas para vivir de una amplia variedad de maneras. Un conjunto de reglas que parecen notablemente simples a primera vista, se vuelve notablemente complicadas cuando los seres humanos las analizan e interpretan para satisfacer su particular visión del mundo.
Para hacer las cosas aún más interesantes, como cristianos recordamos que además de estos mandamientos hebreos, tenemos otro conjunto de mandamientos que Jesús nos dio. Tales órdenes incluyen: dar la bienvenida al extraño; alimentar a los hambrientos; dando de beber al sediento; visitar a los encarcelados; consolando a los afligidos; ser generoso con nuestras bendiciones; perdonar a nuestros enemigos; y muchos otros.
Entonces, ¿qué debe hacer una persona cristiana promedio? Lo que encuentro un buen camino es seguir el mensaje básico de Jesucristo, el triple mandamiento del amor: amar a Dios, amar a los demás, como nos amamos a nosotros mismos. Luego, apilo todo en la vida para ver cómo están a la altura del triple mandamiento del amor. Si están en armonía con el mandamiento del amor, voy con ellos. Si están en conflicto con el mandamiento del amor, los rechazo. No he encontrado un método más sencillo y cristiano para determinar el camino correcto en la vida. ¿Tiene?