En la lectura del Evangelio de hoy para este Quinto Domingo de Cuaresma, leemos la historia de Jesús resucitando a su amigo, Lázaro, de entre los muertos. El evangelio de Juan dice:
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y le dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto». Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar». Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él (Juan 11: 38-45).
En nuestro Bautismo, somos resucitados como Lázaro a una vida nueva. El viejo yo se ha ido, y ahora estamos marcados con una marca indeleble en nuestras almas como criaturas que pertenecen a Jesús. ¿Qué tan agradecido estás por este increíble regalo de una nueva vida?