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El 15 de septiembre de 1864, mientras visitaba la tumba de San Pedro en Roma, un joven sacerdote italiano con corazón misionero ideó un plan para “Salvar África a través de África”. Su nombre era Daniel Comboni. Cuatro días después, se reunió con el Papa Pío IX para discutir sus ideas.
Tres años más tarde, el Padre Daniel fundó una comunidad religiosa de hombres que llegó a ser conocida como los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús (M.C.C.J.). El día de Año Nuevo de 1872, fundó una orden similar para mujeres misioneras que, con el tiempo, pasó a ser conocida como las Hermanas Misioneras Combonianas (S.M.C.).
Aunque ambas órdenes tuvieron sus propios problemas en los primeros años, el camino fue particularmente difícil para el grupo de hermanas. Uno de los principales problemas fue la falta de un candidato que tuviera las habilidades necesarias para ser un líder fuerte. Afortunadamente, sin embargo, el 6 de septiembre de 1874, una joven llamada María Bollezzoli entró en la congregación y aportó lo necesario para ser una buena líder de una nueva orden religiosa de misioneros.
María nació en Verona, Italia el 25 de enero de 1828, hija única de una familia que tenía un estilo de vida cómodo.
Cuando era joven, María se convirtió en maestra, pero también anhelaba convertirse en hermana de clausura. Sin embargo, María sintió que sus padres necesitaban su ayuda, por lo que permaneció con ellos hasta que murieron. Después de su muerte, trabajó en su parroquia de San Nazaro, prestando especial atención a ayudar a las niñas pobres. María también era miembro de la Unión Pío de las Ursulinas.
Afortunadamente para el padre Comboni, conoció a María y cuanto más sabía de ella, más se convencía de que sería un miembro ideal de la nueva orden de hermanas. Aunque inicialmente rechazó su invitación, cedió con el apoyo del obispo de Verona.
El 9 de diciembre de 1874, María se unió a otras jóvenes en un noviciado y el 15 de octubre de 1876 hizo sus primeros votos con Sor Teresa Grigolini. María fue la primera Superiora General de la orden y la guió durante los primeros años, años en los que algunas de las hermanas tuvieron que enfrentarse al encarcelamiento, la guerra, las inundaciones, las dificultades financieras y las enfermedades habituales que se encuentran en las naciones africanas.
Antes de morir en 1881, el obispo Daniel Comboni destacó algunos de los trabajos que realizaban las primeras hermanas. Estos incluían cuidar en hospitales y hogares, enseñar religión en las escuelas, cuidar a los huérfanos, ayudar a los esclavos y bautizar a las personas.
Antes de su muerte, el 10 de octubre de 1881, la Madre María escribió a sus hermanas: “Amaos unas a otras. Mi mayor satisfacción en el otro mundo será ver que os amáis unos a otros y soportáis las cargas de los demás. Recuerda que somos hijos del mismo padre”.
La Madre María Bollezzoli murió el 10 de octubre de 1881.
Desde la fundación que hizo Madre María, se la honra como cofundadora de las Hermanas Misioneras Combonianas. Hoy, las hermanas trabajan no sólo en naciones africanas, sino también en países de Asia, Europa, Centroamérica, Norteamérica y Sudamérica.
