En este domingo 13 del Tiempo Ordinario, escuchamos a Jesús decir:
“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompense” (Mateo 10:37-42).
El mensaje de Jesús contiene tres mensajes claros. Primero, debemos ponerlo a Él primero en nuestras vidas. A veces, la gente se olvida de eso. En cambio, ponen a los humanos o las instituciones primero. El papa, los sacerdotes y los presidentes no son Jesús. Tampoco lo son los partidos politicos ni los paises ni las religiones ni las iglesias. Solo Jesús es Jesús.
En segundo lugar, Jesús vive en cada uno de nosotros, así que la forma en que tratamos a los demás es, en efecto, la forma en que tratamos a Jesús.
Y tercero, aunque debemos ser amables con los demás para recibir recompensas de Dios, es reconfortante saber que la forma en que tratamos a los demás, incluso dando un vaso de agua al sediento, tendrá una recompensa.