Hoy los cristianos católicos celebramos el 16º domingo del tiempo ordinario.
En la selección de hoy del Evangelio de Mateo, escuchamos tres parábolas que Jesús contó tratando de explicar la naturaleza del “reino de los cielos” (13, 24-43). De los tres, uno de mis favoritos es el de la parábola de la semilla de mostaza. Leemos:
“El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que una persona tomó y sembró en un campo. Es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando está completamente desarrollada es la más grande de las plantas. Se convierte en un gran arbusto, y las “aves del cielo vienen y habitan en sus ramas” (13, 31-32).
Los estudiosos de la Biblia creen que el tipo de planta que Jesús estaba discutiendo es lo que llamamos la planta de mostaza negra. A menudo crece 9 pies de altura, como un árbol pequeño. Esta parábola es seguida inmediatamente por la parábola de la levadura. En ambas parábolas, el enfoque está en el crecimiento. Y para que ocurra el crecimiento, debemos tener un cambio.
Todos estamos llamados, en virtud de nuestro bautismo, a crecer y florecer. Para hacer eso, debemos cambiar continuamente, esforzándonos continuamente por ser más virtuosos y fructíferos en nuestras vidas. Afortunadamente para nosotros, en nuestro Bautismo, el Espíritu Santo viene y nos trae los dones que necesitamos para lograr este crecimiento.
La gran pregunta es, entonces, “¿Cómo estoy creciendo con los dones que Dios me ha dado?”