Hoy celebramos el Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario. En nuestra selección del Evangelio de Mateo, encontramos tres parábolas que Jesús enseñó sobre el reino de los cielos: la parábola del trigo y la hierba mala; la parábola del grano de mostaza; y la parábola de la levadura.
Hoy, veamos la parábola más pequeña, una que a menudo es ignorada tanto por lectores como por predicadores. Leemos:
“Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta” (Mt 13, 33).
La levadura es una sustancia viva cuando se agrega a la harina y hace que la harina se expanda cuando se hornea. Aunque uno no ve ni prueba la levadura en el producto terminado, uno sabe que ha hecho su trabajo por la hermosa hogaza de pan.
La obra misional es muy parecida. A menudo, los misioneros trabajan muy duro, pero no ven muchos resultados. Pienso en San Pedro Chanel, por ejemplo, que trabajó muy duro en una isla del Pacífico. En el momento de su martirio por el rey, casi no tenía conversos. Sin embargo, poco después de su muerte, casi toda la isla se hizo católica.
Aunque San Pedro Chanel hizo su trabajo en una remota isla del Pacífico, todos podemos aprender de él. Nunca sabemos cómo nuestras acciones, o nuestra falta de acción, afectan a los demás. Una sonrisa, una palabra amistosa, o un saludo alegre pueden marcar la diferencia para los demás, y de eso se trata el espíritu misionero: difundir el amor de Cristo a los demás.