Hoy, los cristianos católicos celebramos el vigésimo domingo del tiempo ordinario. En este día, continuamos escuchando lo que se conoce como el “Discurso del Pan de Vida” que Jesús dio a sus discípulos. Hoy, en parte, leemos:
“Jesús les respondió: ‘Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente’” (Juan 6, 53-58).
En este discurso, Jesús está hablando del Santísimo Sacramento, el pan y el vino que se convierten en su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía (Misa).
En la foto de arriba vemos a un grupo de jóvenes de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima en El Rodeo, una comunidad de Reitoca, F.M., Honduras. Con el grupo está su catequista, Lourdes Martínez.