El 30 de septiembre de 2019, el Papa Francisco publicó un documento llamado “Aperuit illis” que, en latín, significa “Él les abrió”. En el documento, el Papa Francisco declaró que el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario se conocería de ahora en adelante como “Domingo de la Palabra de Dios”. La base bíblica de este día especial viene del Evangelio de San Lucas en el que Jesús recién resucitado se aparece a algunos discípulos y “les abre la mente para entender las Escrituras” (Lucas 24: 45).
Cada vez que vamos a misa, nos invitan a selecciones de la Biblia. Después de escuchar la proclamación de las Escrituras, el sacerdote trata de responder a la pregunta: “¿Y qué? ¿Qué tiene eso que ver conmigo hoy?” En otras palabras, se supone que el sacerdote identifica la “moraleja de la historia” para que podamos incorporarla en nuestra vida cotidiana.
En la selección del Evangelio de esta semana (Mateo 4: 12-23), por ejemplo, escuchamos sobre el comienzo del ministerio galileo de Jesús y su llamado a Pedro y Andrés, y luego a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo.
Desde la primera parte del pasaje (4:12-17), aprendemos cómo se realizaron las acciones de Jesús para cumplir la profecía de Isaías, y en la segunda parte del pasaje (4:18-22), aprendemos algo sobre las vocaciones y cómo, cuándo somos llamados por el Señor, debemos seguirlo.
En una buena homilía, el sacerdote se enfoca en una sola parte de la Escritura y desarrolla ese tema.
Para todos los que sabemos leer, la Biblia es un tesoro de riquezas, todo gratis. ¿Estás sumergiéndote en el cofre del tesoro regularmente?