Hoy se llama Domingo de la Palabra de Dios en la Iglesia Católica. El Papa Francisco proclamó, en 2019, que en adelante el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario estaría dedicado a la celebración, el estudio y la difusión de la Biblia.
Cuando leemos la Biblia, hay dos maneras de hacerlo. Podemos acercarnos a la Biblia como una ventana o como un espejo. Ambas son buenas maneras de acercarse a la Biblia, pero ambas tienen propósitos muy diferentes.
Cuando nos acercamos a la Biblia como una ventana, tratamos de responder la pregunta: “¿Qué querían decir los autores originales de la Biblia con lo que escribieron?” Obviamente, los únicos expertos en este enfoque son los llamados exégetas, eruditos bíblicos que han dedicado toda su vida al estudio de la Biblia. Cuando nos acercamos a la Biblia como una ventana, utilizamos un ejercicio académico llamado Estudios Bíblicos. Afortunadamente, la Iglesia nos proporciona muchos paquetes de estudios bíblicos.
Por otro lado, cuando nos acercamos a la Biblia como un espejo, tratamos de responder la pregunta: “¿Cómo toca la Biblia mi corazón? ¿Qué puedo aprender de la Biblia?” Cuando abordamos la Biblia de esta manera, los únicos “expertos” somos nosotros mismos, porque sólo nosotros podemos responder la pregunta de cómo nos afecta la Biblia.
Ambos enfoques son útiles, pero ambos tienen propósitos muy diferentes.
El predicador en la misa, sin embargo, debe ir más allá de ambos enfoques y responder a la pregunta: “¿Y qué? ¿Qué tiene eso que ver con nosotros hoy? ¿Cómo ponemos esto en práctica en el siglo XXI?”
Nunca me impresiona la gente que puede citar capítulos y versículos de la Biblia. ¡¿Así que lo que?! Mi computadora puede hacer eso. Sin embargo, me impresiona ver personas que viven sus vidas en armonía con los principios bíblicos, especialmente con los que enseñó Jesús, principios como dar la bienvenida al extraño; perdonar a nuestros enemigos; dando a quienes piden; y similares.