Hoy, los cristianos católicos celebran el segundo domingo de Pascua. También se llama Domingo de la Divina Misericordia, un día en el que celebramos la idea de que el amor y la misericordia de Dios no tienen límites.
Oportunamente, en este domingo, leemos sobre el regalo del Sacramento de la Reconciliación que Jesús dio a sus discípulos. Específicamente leemos:
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Juan 20, 19-23).
Qué regalo tan maravilloso nos dio Jesús, la seguridad de que nuestros pecados son perdonados a través de él. Desde hace más de 2000 años, los cristianos católicos han atesorado este regalo que Jesús nos dio. Entonces, cuando alguien pregunta si “tenemos que” celebrar este sacramento, nuestra respuesta debería ser: “No, no tenemos que hacerlo”; ¡llegamos a hacerlo!
En la foto de arriba, vemos al P. Bob celebrando el Sacramento de la Reconciliación en El Portillo, una comunidad de Curarén, F.M., Honduras.