En este Quinto Domingo de Pascua, encontramos la imagen de Jesús siendo la vid y nosotros las ramas. Leemos:
“Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos” (Juan 15, 1-8).
“Ser fructífero” significa necesariamente que tendremos éxito mundial en nuestros esfuerzos. Muchos santos han tenido resultados pésimos por su trabajo, pero por su propia forma de vida, fueron luces para el mundo: vivir, caminar homilías. Ese es el estilo de vida que cada uno de nosotros, como seguidores de Cristo, está llamado a ser.