La Pascua se trata de una nueva vida, de resucitar de entre los muertos. De hecho, toda la temporada de Pascua se trata de buenas noticias.En la lectura del Evangelio de hoy de San Marcos (1: 40-45), tenemos una hermosa historia de cómo Jesús curó a un hombre con lepra. Ahora bien, en la época de Jesús, el pueblo hebreo creía que enfermedades como la lepra eran el resultado del pecado. El pecado pudo haber sido del padre de la persona afligida o de ellos mismos. En enfermería, lo llamamos el “modelo primitivo de enfermedad”. Lo peor de este sistema de creencias es que estigmatiza a los enfermos, haciendo pensar al mundo que la persona “merece” tener la enfermedad. En esta cosmovisión, las personas que están enfermas a menudo son tratadas con profunda falta de respeto, en violación directa del mandamiento básico de Jesús del triple amor, es decir, amar a Dios y a los demás como uno se ama a sí mismo. Vemos cuán horrible es este sistema de creencias en la lectura de hoy del Libro de Levítico (13: 1-2; 44-46),
Afortunadamente, el modelo primitivo de enfermedad ha ido decayendo rápidamente. Sin embargo, nunca ha desaparecido. Y, como nunca ha desaparecido, como cristianos debemos estar siempre en guardia para luchar contra un sistema de creencias tan lleno de odio, porque viola la integridad de la persona enferma en mente, cuerpo y/o espíritu.