Hoy, los cristianos católicos celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. En la selección del Evangelio que tenemos hoy, leemos:
En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mateo 11: 25-30).
Tenga en cuenta el mandato que Jesús nos da de acudir a él si estamos cansados y agobiados. ¿Conoces a algún adulto a quien no se le aplique este mandato? Yo tampoco. Y sin embargo, hoy en día hay muchas personas que están tratando de impedir que la gente venga a Jesús debido a sus creencias religioso-políticas. Están tratando de negar la Sagrada Comunión a los cristianos católicos. Están haciendo del Santísimo Sacramento un “regalo” político, en lugar del hermoso regalo que Jesús nos dio a todos nosotros.
En este Sagrado Corazón de Jesús, tomemos un tiempo para reflexionar sobre el amor de Jesús por nosotros y recordar que su amor es lo suficientemente grande como para aplicarse a todos nosotros, no solo a algunos de nosotros.